Introducción

de Raffaele Simone

Esta introducción a EuRom5 tendría que haber sido escrita por Claire Blanche-Benveniste, la ilustre lingüista de Aix-Marseille y de la École Pratique des Hautes Études de París, porque es a ella a quien debemos la idea base de este proyecto. Pero Claire falleció en abril de 2010, justo el día en el que se definía el contrato con la editorial Hoepli. De ahí que sea yo, su amigo y sostenedor en el largo desarrollo del proyecto, quien lo haga en su lugar. 

La idea que constituye la base de EuRom5 es simple y, como muchas ideas simples, genial. Claire Blanche-Benveniste partió de un supuesto: si las lenguas románicas se parecen entre sí, en mayor o menor medida, entonces también las personas que tienen una de ellas como lengua materna deberán ser capaces de entender, en mayor o menor medida, las demás lenguas de la familia partiendo precisamente de las semejanzas. (A esta suposición se le ha dado mientras tanto un nombre que constituye casi una etiqueta: intercomprensión). En el fondo, ese debía ser el modo de comunicación en los conventos medievales (descritos eficazmente, aunque por desgracia tarde, en El nombre de la rosa de Umberto Eco): cada uno hablaba su lengua pero, dado que el latín era la base de todas ellas, el mensaje debía pasar en alguna medida.

En realidad, en la idea de Claire Blanche-Benveniste subyace también otro propósito, que no creo que haya sido nunca expresamente enunciado: volver a dar impulso y solidez a la Europa de las lenguas románicas, a la unificadora herencia latina, en el momento en el que nuevas hegemonías lingüísticas (además de la del inglés) empezaban a definirse en el continente. 

Claire Blanche-Benveniste quiso poner a prueba esta idea experimentalmente y, con la ayuda de una financiación de la Unión Europea y de un grupo de amigos y colegas de diversos países romances (entre los que me incluyo), elaboró en 1990 el diseño del proyecto: se eligieron distintos fragmentos de textos periodísticos en las lenguas románicas principales, accesibles por tema y por interés, y se grabó la lectura de cada uno de los textos por parte de una voz semiprofesional. En los países participantes (al principio, cuatro) se formaron clases de estudiantes universitarios que, con la guía de una persona experta, leían y escuchaban dichos textos y explicaban lo que entendían y lo que no entendían. Se trataba claramente de una viva experiencia de lingüística aplicada ‘empírica’, pero sustentada en ideas ‘teóricas’ fuertes.

La recopilación de los puntos que representaban un obstáculo sirvió a los colaboradores para preparar un cuerpo de anotaciones lingüísticas de los textos: en otros términos, las dificultades fueron indicadas por los mismos sujetos que aprendían (sujetos a los que hoy, con un tecnicismo lamentable, se llama aprendientes). En otras palabras, el aprendizaje de las lenguas románicas distintas de la propia se llevaba a cabo basándose en la búsqueda de las semejanzas y de forma receptiva, es decir, cada uno hablaba su propia lengua, pero aprendía a entender (leyendo y escuchando) las otras.

Se descubrieron, en esta fase experimental que duró algunos años, una serie de cosas interesantes:

  • los estudiantes comprendían mucho más de lo que habría cabido imaginar;
  • el interés de todos hacia este tipo de aprendizaje era elevadísimo;
  • un aprendizaje receptivo satisfactorio podía adquirirse en pocos meses.

Son –es fácil darse cuenta– tres conclusiones extraordinarias, de las que pocos podrían preciarse como resultado de una actividad de enseñanza de lenguas. Claire Blanche-Benveniste y algunos de nosotros elaboramos estos resultados en diversos trabajos científicos, que contribuyeron a definir el campo de la intercomprensión.

Naturalmente, no todo fue tan fácil. Algunos puntos de diferencia fuerte entre las lenguas románicas existen, de la grafía a la pronunciación, por no hablar de la gramática y el léxico (los famosos “falsos amigos”); tales diferencias drásticas no solo obstaculizaban el aprendizaje, sino que favorecían también suposiciones erróneas en la interpretación. De ahí la necesidad de añadir a las anotaciones de los textos una especie de “gramática contrastiva” mínima, redactada en todas las lenguas del proyecto, que el estudiante más aplicado puede consultar para encontrar alguna explicación más al fenómeno que le ha creado dificultades.

Este esquema fue después controlado, perfeccionado y publicado en una primera versión en 1997, tanto en libro como en CD-ROM. Su eficacia fue inmediata como ponen de relieve dos hechos irrefutables: el material fue ampliamente adoptado en Europa y, además, su esquema conceptual fue retomado (imitado, reproducido, usado como referencia y como inspiración) en no menos de una decena de proyectos afines.

En vista de esta situación, nos pareció importante recuperar el núcleo de la intuición de Claire Blanche-Benveniste, que se había mostrado tan fecundo. Claire mientras tanto (como persona lúcida y desinteresada que era) había renunciado a considerar EuRom algo propio y lo había puesto a disposición de quien quisiera continuarlo. Contando con el apoyo personal que Claire aseguró a EuRom mientras pudo, Elisabetta Bonvino (que había colaborado en el proyecto desde un principio) y yo mismo nos dedicamos con ahínco a buscar la ayuda financiera necesaria para una actualización completa. Encontramos inmediata respuesta en la Universidad de Roma Tre (a la cual ambos pertenecemos), en el DGLFLF francés (que había sostenido EuRom desde el inicio), en la OIF, en la Universidad de Barcelona, en Sandrine Caddéo de la Universidad de Provence y en algunos amigos colegas de otros países. Los fondos así obtenidos han permitido a un nuevo equipo internacional llevar a término la necesaria puesta al día.

El trabajo que aquí se presenta, convertido mientras tanto en EuRom5 por la entrada del catalán en el ramillete de las lenguas representadas, es el resultado de este esfuerzo. Al volver a publicarlo, con la contribución esencial de la Editorial Hoepli, que lo hizo suyo desde un principio, es un triste deber, pero también una profunda satisfacción, dedicarlo a la memoria de Claire Blanche-Benveniste.